Los vinos suben de cota
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Assumpta Mateos Fernández / Míriam Lampreave Figueras
Investigadoras del Departamento de Bioquímica y Biotecnología
mariaassumpta.mateos(ELIMINAR)@urv.cat / miriam.lampreave(ELIMINAR)@urv.cat
El viñedo es un cultivo resistente y, a su vez, adaptado al territorio mediterráneo, árido y caluroso. Un signo de la resiliencia es que se cultiva en zonas afectadas por los cambios que en los últimos años se han producido en el clima: temperaturas más altas con golpes de calor repentinos durante la maduración y lluvias irregulares, a menudo torrenciales.
Entre los efectos que el cambio climático puede provocar en el viñedo y en la calidad de uva y del producto final -el vino- uno de los más importantes es el aumento del grado alcohólico y la disminución de la acidez.
Las altas temperaturas también conllevan pérdidas de aromas y maduraciones irregulares. Por otra parte, la falta de agua comporta una disminución en la producción, paro vegetativo, defoliación precoz y, en los casos extremos, incluso la muerte de la vid. Se calcula que, a mediados del siglo XXI, habrá un 17% menos de disponibilidad de agua en las áreas con clima mediterráneo, el más afectado por el cambio climático, donde encontramos la mayoría de plantaciones de viñedo: Cataluña, el sur de Francia, California, Chile, etc.
El acortamiento de los estadios fenológicos producido por las altas temperaturas causa el adelanto de la fecha de vendimia; en muchas zonas, la vendimia se hace unos quince días antes que hace cincuenta años, es decir, ahora mismo, en variedades tempranas se vendimia a principios de agosto. Esta anticipación provoca un desfase entre la madurez tecnológica y la fenológica: la uva llega a concentraciones de azúcar elevadas cuando todavía hay partes como la piel y las semillas que otorgan astringencia, carencia de color y notas no deseadas a los vinos.
En algunos casos, el cambio climático comporta episodios extremos de tormentas y granizadas durante la época de maduración que pueden llegar a estropear las cosechas.
Otro de los efectos importantes del cambio climático es la afectación de plagas y enfermedades en el viñedo. Cada vez son más comunes y más extremas, como ocurrió en el 2020 con el Mildiu, que provocó pérdidas de toda la vendimia en las zonas más afectadas.
La evolución de la temperatura como respuesta al cambio climático ha afectado a la regionalidad de las diferentes variedades de tal forma que, en algunas zonas vitícolas, variedades foráneas anteriormente bien adaptadas comienzan a tener problemas de mala adaptación: se tendrán que buscar nuevas regiones para plantar los viñedos hasta ahora adaptados a otras condiciones, por ejemplo, latitudes más al norte, alturas superiores o plantaciones en umbrías. También habría que recuperar variedades locales que durante unos años se abandonaron a causa de los bajos rendimientos o características organolépticas no estándares, que ahora ya sabemos que se han adaptado a las zonas vitivinícolas tradicionales.
En esta línea, la viticultura busca zonas de mayor altitud huyendo del calor: «El aumento de las temperaturas ha provocado que el cultivo del viñedo deba adaptarse a zonas hasta ahora impensables como la Cerdaña o Tremp».