Universitat Rovira i Virgili

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Aperitivos de ciencia

Que te engañen es muy fácil



Marta Montagut Calvo
Investigadora del Departamento de Estudios de Comunicación
marta.montagut(ELIMINAR)@urv.cat

Lo que llamamos popularmente fake news y que los expertos denominamos más acertadamente «desinformación», se ha convertido en un problema grave que nos afecta como ciudadanos. En resumen: si no podemos decidir a partir de información verídica, las decisiones que tomemos serán erróneas. Esto tiene consecuencias en nuestra forma de vivir. No solo lo hemos visto en el ámbito político, sino también con información sobre la pandemia, sobre la guerra de Ucrania o Gaza o sobre la tragedia de la Dana en Valencia.

Entendemos como desinformación o fake new aquella información deliberadamente falsa que se distribuye a través de medios de comunicación y redes sociales. Detrás de una información falsa siempre hay algún actor -económico, político, social- que quiere sacar un rendimiento de falsedad: ganar unas elecciones, ganar dinero, ganar influencia y poder, etc. Muchas veces la desinformación no pretende engañarnos, sino que, además, nos hace dudar de fuentes fiables y que lleguemos a un punto que ya no creamos en nada ni en nadie.

Ahora bien, aparte de las mentiras deliberadas, también tenemos la información sesgada, errónea o incompleta (misinformation). En este caso no podemos decir que alguien intenta engañarnos, sino que la información que nos llega induce a error. Esto ocurre, por ejemplo, cuando un periodista va rápido y no tiene tiempo de verificar un dato, o no es experto en un tema y no interpreta bien la información. También ocurre cuando alguien difunde rumores sin saber exactamente si son verdad o no, o cuando no leemos adecuadamente la ironía y el sarcasmo y malinterpretamos un mensaje.

La mezcla de la desinformación y la información sesgada genera lo que la UNESCO denomina «desorden informativo», que hace que nos cueste mucho distinguir el grano de la paja y encontrar información realmente útil y valiosa para nuestra vida cotidiana. De ahí que el foco para solucionarlo ofrezca diversas acciones complementarias:

  • Que periodistas y profesionales de la comunicación estén bien formados y tengan recursos suficientes para elaborar una información honesta y veraz, sin depender de presiones externas, recuperando la legitimidad de la profesión.
  • Que la ciudadanía sea consciente de que el acto de informarse ya no es pasivo -me creo lo que me dicen los medios y las redes-, sino, activo: se deben seleccionar bien las fuentes a través de las cuales nos informamos, establecer una dieta mediática equilibrada y hacer el esfuerzo de parar, comprobar y, si sospechamos que lo que nos llega no está del todo claro, no compartirlo. Para ello necesitamos aprender lo que llamamos «, es decir, saber utilizar navegadores, páginas web, redes sociales y herramientas de verificación digital al alcance de todos. Hay plataformas interesantes y recursos gratuitos, como Learn to Check o First Draft.
  • Que el camino para combatir la desinformación no implica la censura de contenidos, sino reforzar la detección y la verificación. La tentación de regular contenidos en la red, por muy justificada que pueda parecer, plantea el problema de quién controla el regulador y cómo se establece el límite entre la libertad de expresión y el derecho a recibir una información veraz. El ejemplo del expresidente estadounidense Donald Trump es paradigmático en este sentido, cuando afirmaba con vehemencia que los medios de comunicación que no reproducían acríticamente sus mensajes estaban creando noticias falsas; o cuando, con la excusa de la seguridad de un estado, se plantea que determinados mensajes no pueden difundirse y los tachan de falsos cuando quizás solo son críticos o plantean otras interpretaciones de la realidad.
  • A todo esto, se añade el reto que está suponiendo y que supondrá en el futuro un uso deshonesto de la Inteligencia Artificial generativa, que en las manos equivocadas puede generar aún mucha más confusión sobre la veracidad de textos, fotos y vídeos.

Todo ello dibuja un escenario bastante complejo en el que todos los actores implicados tienen mucho que hacer y mucho que decir, especialmente una ciudadanía que, lejos de ser cada vez más manipulable, puede utilizar de forma adecuada la infinidad de recursos que nos proporciona el nuevo ecosistema mediático para producir, consumir y distribuir información veraz. Como decíamos al principio, si tenemos buena información, podemos tomar buenas decisiones, y esto fortalece y mejora nuestro contexto social y político.

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